El último recuerdo de Wendlinger fue de la noche anterior, una final entre el Milán y el Salzbursgo.
“Lo siguiente fue despertar, diez días después, en un hospital de Innsbruck”.
Desde el momento del impacto había estado en coma. No recordaba nada. Su mujer, Sophia, y su madre, le intentaron explicar todo.
Le daba igual. Porque su cerebro tampoco funcionaba como antes. Lo descubrió a bordo de un monoplaza de Fórmula 1.El dilema tras un accidente
El austríaco vivió el dilema de todo piloto accidentado. O llevar a cabo una larga recuperación que deje calar en el subconsciente el impacto emocional, o acelerar el retorno para evitarlo y no perder los automatismos del pilotaje. Wendlinger escogió lo último.
“En la Fórmula 1 no puedes esperar dos años para volver…” Si funcionaba, el contrato para 1995 estaba en la mesa.
En diciembre de 1994, en Barcelona, el austríaco volvió a pilotar.
“No tenía fuerza muscular, en el cuello, la cabeza me dolía en los baches...” pero, sorprendentemente, logró el mismo tiempo que su colega
Heinz Harald Frentzen.
“Al llegar a casa le dije a mi mujer que lo bueno es que era mejor que antes”.
Pero en febrero de 1995, cuando volvió a pilotar, descubrió lo mucho que se había equivocado.Tres años para recuperar el cerebro
“Fue como si todo el “software” de la competición se hubiera borrado”, descubrió con amargura,
“no tenía coordinación, concentración…” Todo lo instintivo para Wendlinger había desaparecido.
“No era el mismo, hablaba igual, andaba igual, pero sus reacciones no era las mismas”, comentaba
Max Welti, el team manager de la época.
“Lo triste es que creo que ni siquiera el propio Karl puede decir cuáles son las diferencias en su pilotaje…” Tras solo cuatro carreras, en Sauber lo vieron claro y le apearon del coche. Tocaba Mónaco.
“Sin duda, volví demasiado pronto”.“Recuperar mi cerebro costó tres años, si no más… Después de las lesiones, de la recuperación, mi personalidad fue diferente”, reconocía recientemente. A pesar de que Audi le fichó para su equipo de turismos en 1996,
no fue hasta 1997 cuando Wendlinger pudo ofrecer un rendimiento consistente al volante.
“El software se recuperó”, reconoció. Y aunque se centró en los turismos -ganó el FIA GT de 1999- y sigue corriendo en el Campeonato GT1, el sueño de la Fórmula 1 se desvaneció aquella mañana del 12 de mayo en Mónaco.
¿Qué pensará en su fuero interno el piloto austríaco, viendo a su compañero de generación, con quien se medía al mismo nivel, lograr siete títulos mundiales? Como diría
Stephen Hawking,
“la vida no es como nos gustaría, justa o injusta, buena o mala. Es como es…” Seguro que esta es la lección que hubo de aprender Karl Wendlinger en la Fórmula 1.