Reinicio × Aventura × Ansiedad

sábado, 12 de julio de 2014

La historia de Rose - Parte 2: Flashback

Oxford Street, Londres.
A Catherine Rose Jonstone, o Rose Catherine Jonstone A.K.A. Kaki lad la conocí en YouTube, una plataforma poco usual para sociabilizar, pese a que tengo entendido es considerado una red social. Ambos éramos miembros del ya extinto -al menos sólo en YT- Ayrton Senna Forever Team: una asociación de fans del tricampeón brasilero de Fórmula 1 Ayrton Senna, similar al -también ya extinto- TAS brasilero, pero conformado no sólo por oriundos y oriundas del país de la samba, sino que además por gente de varias partes del globo. Ella era de Irlanda y su canal rosinna1984 de pronto comenzó a abarrotar páginas y páginas del historial de navegación de Chrome en mi laptop. Tenía 26 años por aquel entonces, a comienzos de 2010, mientras que servidor aquí no cumplía siquiera el par de décadas de vida. Fue en una suerte de zapping entre los distintos miembros del grupo, cuando me topé con el perfil de su canal y quedé deslumbrado ante la belleza que veían mis ojos. Sin mayores expectativas generadas, fui yo el primero en iniciar el intercambio de uno de tantos mensajes que comenzarían a circular entre nosotros durante los siguientes mil días, aproximadamente.

El primer post en su canal. Así comenzó todo.

A partir de ese instante, hubo una escalada entre mensajes vía inbox en YouTube, comentarios en nuestros perfiles, e-mails e incluso mensajes de texto a través del móvil. La diferencia de hora importaba poco, si bien era prominente (hasta seis horas incluso en época de invierno chileno), ya que el interés mutuo era notorio y evidente. Luego se dio paso a las llamadas telefónicas, que si bien fueron pocas, bastaron para contribuir aún más en nuestro acercamiento. Para mí era la primera vez que entablaba este tipo de vínculo con alguien que era de tan lejos, pero sentía que el círculo comenzaba a cerrarse más y más. Era un espiral que nos acercaba de alguna forma, pero era tan intenso que alcanzó un nivel irreversible. En cerca de seis o siete meses ya habíamos comenzado una relación a larga distancia.

Para su fecha de cumpleaños, en Enero de 2011, el 9 si mal no recuerdo, le regalé un video editado por mi. Fue algo bastante sencillo para lo que ya estaba acostumbrado a hacer, de hecho sólo usé unas cuantas fotos suyas que tenía, una grabación hecha por mí y el resto lo fui armando. Claro, cuando uno hace las cosas con amor cobran un valor distinto, porque por muy sencillo que pueda ser el presente, hay trabajo y dedicación puestos en ello. Se lo envié y la respuesta que me dio a cambio me dejó boqueabierto: quería conocerme en persona y viajaría a Chile en seis meses más.

Rose trabajaba por aquel entonces ya en Londres, ya que pese a ser oriunda de Galway, había tomado la decisión de dejar la casa de su madre -profesora de Biología- para irse a vivir sola, aunque después supe que su primo le iba a hacer compañía para que no se sintiese tan sola. Juntaría dinero de su trabajo como Anti-money Laundry Consultant en el Bank of Ireland de la capital británica para hacerse con los tickets a Santiago, y posteriormente a Concepción -ciudad donde resido actualmente-.

Su tío, su padre (fallecido) y su madre.
Rose Jonstone había estudiado en la University College Dublin una carrera relacionada con estadísticas e informática que en este momento no recuerdo muy bien, pero se había graduado en 2006. Desde entonces y hasta 2011 había permanecido en Galway viviendo junto a su madre para acompañarle después del fallecimiento de su padre producto de un cáncer pulmonar. Recuerdo aún la sorpresa que me generó el saber que teniendo tanta edad aún siguiera viviendo allí, pero al poco andar se daría cuenta de esto y finalmente se mudó a la capital londinense.

Yo en aquel momento estaba cursando tercer año de Ingeniería Civil en la UdeC. Para mí fue un primer semestre bastante convulsionado, ya que la "tranquilidad" del año académico se vio abruptamente interrumpido por el estallido del Movimiento Estudiantil en Junio. Junté dinero de todos los ingresos que lograra percibir durante aquel período de tiempo, y si bien nunca iba a igualar el enorme desembolso que Rose finalmente haría con los pasajes, quería esmerarme en reunir lo suficiente como para darle un recibimiento como se lo merecía, pese a que en ocasiones parecía haber olvidado lo dicho en el verano de ese año. Fueron meses de altos y bajos en esa relación, en donde a veces me preguntaba si realmente Rose se estaba tomando las cosas tan seriamente como yo lo hacía en aquella época (aquí sugiero leer algunas entradas de la época relacionadas con ella).

Finalmente mi calendario tuvo unas modificaciones y unos arreglos bastante perjudiciales, de cara al viaje. Tenía estimado terminar todos mis compromisos en la universidad a mediados de Julio como normalmente suele ocurrir, pero el comienzo de la toma en la Facultad de Ingeniería y su extensión por un par de meses hasta mediados de Agosto, habían aplazado el semestre académico. Lo peor era que la toma había comenzado justo antes de la última tanda de certámenes (exámenes), por lo que cualquier baja significaría automáticamente el puntapié a esta ronda y que daría paso posteriormente, sin mucho margen de tiempo entremedio, a la partida de exámenes finales.

Si bien la toma en el papel perjudicaba bastante mis planes, mi adhesión al movimiento fue incondicional. Fue un periodo en el que todos nos sentimos por un momento revolucionarios, capaces de cambiar el mundo con sólo mover un dedo. Asistí a muchas marchas, estuve en la casa matriz de la toma de Ingeniería en el Tecnológico Mecánico, compartí con la gente allí, les llevé cosas para comer de cuando en cuando, difundía mucha información sobre reformas y contrarreformas, hacía anticampaña gubernamental, etc. De pronto, Julio ya había llegado.

Yo en una de las tantas marchas. Esta fue en el Puente Llacolén, en Abril de 2012.
Nunca fui de ser catete ni de hacer de recordatorio humano, pero era evidente que durante Julio, Rose no quería tocar el tema del viaje. Era como si hubiese olvidado todo. Ya avanzado el mes busqué una forma de abordar el tema sin sonar demasiado insistente y ella respondió pidiéndome que averiguara acerca de hoteles aquí en Concepción, de tal forma que pudiese tener desde ya una referencia respecto a dónde alojar para cuando arribase en la ciudad. Hice el trabajo y apenas terminé la contacté, pero desapareció del mapa. Dejó pasar los días hasta que finalmente respondió a mis intentos -ya por ese entonces, desesperados- de dar con su paradero: estaba de vacaciones en Grecia y su siguiente parada era Reino Unido, a pasar unos días en Londres.

Fue cuando nuevamente fui asediado por las dudas. De acuerdo a lo dicho por ella, se iba a tomar tres semanas de vacaciones, y ya en ese momento llevaba casi dos. En medio de mi ingenuidad aún me aferraba a la esperanza de que la tercera y última semana la pasaría acá en Chile como ya lo había vaticinado Rose hace un tiempo atrás, pero la tercera semana transcurrió sin poder saber nada de ella siquiera. Intenté llamarla desde un par de centros de llamados internacionales a su número, pero no importaban las distintas combinaciones que probaba para marcarlo correctamente, siempre obtenía un mensaje de la operadora que decía algo como: "The number has reached its terminal". Era inútil.

Pero eso no era lo peor. La toma de Ingeniería perdía fuerza hacia fines de Julio y el movimiento antitoma en Agosto llegó con todo a bajarla. Agónica, resistió por cerca de quince días hasta que finalmente y mediante una votación democrática vía urnas, se votó por el regreso a clases, o más bien dicho: por el comienzo de los certámenes. Las protestas eran cada vez más reprimidas y se respiraba un ambiente de adrenalina desde el instante en que se salía a marchar, el final ya era sabido de memoria: interrupción a mitad de camino por Carabineros, disturbios, represión y el acabar con esa sensación de odiar a todo el mundo. Fue tenso, frustrante, violento, desesperanzador. Fui absorbiendo cada vez más esa mezcla de manera inconsciente, el cual sumado a la incertidumbre sobre el futuro del movimiento, hicieron que los ánimos comenzaran a caldearse.

Para cuando se cumplieron las tres semanas y a sabiendas que ya no sería posible el viaje, dejé pasar un tiempo hasta ver una respuesta de parte de Rose. Me había quedado con los crespos hechos y aguardaba por una explicación. Daba igual si mandaba un e-mail o cien mil, en algún momento tendría que revisar su bandeja de entrada. Sentía algo de desazón y principalmente de decepción. Habían muchas expectativas puestas en ese viaje y en ese encuentro cara a cara que tantos días había soñado. La respuesta llegó, pero no en un mensaje ni en una llamada telefónica ni en un SMS ni en un e-mail, sino que -paradójicamente- a través de un comentario ...un post en YouTube hecho por ella no en mi canal, sino en el de una de sus amigas.

No supe qué fue peor, si darme cuenta que había tenido actividad en línea cuando intentaba disimilar que no lo tenía, el preferir comentarle algo en lugar de responder un simple correo electrónico al "amor de su vida" o ver el contenido del mensaje en sí. Creo que algo tuvo de los tres, pero la estocada final, la más dura, fue sin duda la última. Perdí la captura de pantalla, pero creo que no vale la pena reproducirlo aquí textualmente, sólo insinuar que se había maravillado de la herramienta de alguien que tenían en común.

El efecto chispero fue absoluto. Sencillamente no estaba para tomarme eso con calma o intentar controlarme, así que le escribí un e-mail haciéndoselo ver: terminamos. Ocupé parte del dinero para comprar un smartphone (curiosamente el primero que tuve jamás) y a través de éste le envié un mensaje de texto para que advirtiera lo que estaba a punto de leer en cuanto checase su bandeja de entrada. Intentó convencerme de que no lo había hecho con intención, se victimizó y exigió disculpas por los insultos que le propiné. Las ofrecí. La decepción, aun así, permaneció indemne. La relación había llegado a su final.

viernes, 11 de julio de 2014

La historia de Rose - Parte 1: Prólogo

Han pasado ya casi cuatro meses desde que regresé de Londres. Fue el punto cúlmine de la "misión" que me prometí cumplir pese a lo que la gente cercana a mi alrededor pudiera decir, pese a los temores, a las dudas, a las advertencias, a las señales que percibí. Había sacrificado mucho como para dar marcha atrás en la hora, pese a la libertad que gozaba de cambiar planes, como suele ocurrir en la vida misma. Debo reconocer que dudé por algunos meses y hasta en momentos era evidente la maraña de interrogantes que asediaban mi cabeza, sobretodo durante el verano de 2014, pero tomé una decisión finalmente y preparé todo en consecuencia.


Fue poco antes de que viajase a Santiago con mi hermana. Reflexioné acerca de lo que fue 2013 y todo lo que dejé por el viaje: congelar la U, un año de arancel en deuda más por el crédito, entrar a trabajar por primera vez y todo lo que conllevó. Fue un giro radical con respecto a las dudas que tenía desde Octubre de ese año. Finalmente lo hice, compré el pasaje, hice la reserva y dejé lista la fecha del vuelo justo después de volver de Argentina, ya que tenía una segunda parada en las vacaciones internacionales junto con mi familia.

La historia había comenzado mucho, mucho antes. Varios capítulos de ésta fueron publicados en este blog, el cual cerré durante un tiempo y en el que no hubo ninguna actividad, pero decidí usarlo como plataforma para contarles cómo fueron sucediéndose los hechos desde aquel invierno de 2011, principalmente a partir de 2012, cuando volvimos con Rose después de estar un año separados. Un comentario fue el motivo de aquel distanciamiento, el cual sumado a la gran presión que tenía en mi cabeza por aquel entonces, me llevó a un colapso generalizado. Fue en pocas palabras la gota que rebalsó el vaso.

Durante mucho tiempo medité acerca de si publicar esto o no aquí. Es una historia que no deja de ser personal y probablemente me vea en la necesidad de contarla, ya sea a un amigo o a un nieto (si es que llegase a tener), pero al mismo tiempo pienso que es algo por el que mucha gente también ha pasado, y si bien en algunos casos llega a tener finales tan felices o tan tristes como para documentarlos en programas de televisión, en otros ha tenido finales trágicos, como uno que se desarrolló en un espacio temporal paralelo al mío y en el cual conocí a uno de sus protagonistas (Q.E.P.D.).

Pero no se trata sólo de la privacidad, también es por una necesidad de mostrar la verdad, de advertir a alguien que tal vez esté a punto de embarcarse en esta aventura o alguien que ya ha comenzado a crear dudas en torno a la real identidad de la persona que tiene al otro lado de la pantalla, habiendo sentimientos de por medio o no (espero que lo último). Incluso si llegase a ser exactamente la persona que voy a describir en esta serie de entradas, creo que el lector o la lectora que esté aquí lo va a agradecer, ya que sabrá de antemano lo que intenté por todos los medios averiguar, fracasando en la misión.

A quien esté leyendo esto: mi intención no es buscar compasión o inspirar lástima. Es súper fácil contar las ganadas en esta vida, pero las difíciles muchas veces las queremos dejar en el tintero. Yo hago esto en parte como terapia buscando alguna catarsis que me permita dejar volar los últimos vestigios (si es que aún quedan) de aquella etapa que ya dejé atrás y que espero no volver a recordar ...o al menos en un buen tiempo más.
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