Reinicio × Aventura × Ansiedad

miércoles, 30 de septiembre de 2009

[ M A D U R E Z ]

La experiencia constantemente nos hace cambiar la visión que abarcamos ante determinadas situaciones, y eso se ve reflejado en nuestra madurez. Y siento que mientras más confío en mi madurez, menor peso tiene, no sé en que dosis, no sé cuánto en comparación con hasta hace una semana… un mes… un año. ¿Cambiará algo? ¿Existirá alguna formula secreta para obtenerla, como para calcular la distancia de un punto a una recta, o como la integral de una función exponencial? No. No la hay… esa fórmula va cambiando constantemente a medida que pasa el tiempo… como nosotros.

Es difícil hacer balances. A mí en lo personal me gusta mucho, principalmente cuanto se trata de un autoanálisis. Lo difícil va en que para hacer un balance personal siempre tiendo a hacer una comparación con el resultado de otra comparación hecha anteriormente, generalmente una del año anterior, y por más que trato de ser objetivo, nunca podré lograr alguna que sea totalmente imparcial. Siempre hay una variable que es mayormente marcada que las demás. Tal vez no funcione, pero, principalmente cuando no me siento feliz o tranquilo conmigo mismo, las hago. Eso me hace sentir algo mejor.

Últimamente muchas cosas se me han pasado por la cabeza… frecuentemente se trata de recuerdos… simples recuerdos. Buenos, malos, lindos, tristes… todo el espectro. Eso me hace, casi automáticamente, volver al balance. Trataré de contarles algunas conclusiones, no se extrañen si no lo entienden, porque todos tienen un contexto, y sólo las personas que me vienen conociendo de hace por lo menos un par de años podrían entenderlos.

Siento que he perdido una cantidad de tiempo impresionante… tan grande, que si en este preciso momento regresara en una máquina del tiempo hasta hace cinco años atrás, cambiaría completamente lo que he hecho hasta este momento conmigo mismo. He ahí la primera gran decepción, está más que claro que eso nunca podrá ocurrir. Contrapartida: Tardé cinco años en darme cuenta de que perdí algo valiosísimo. Pero así también, de efectivamente haber regresado en el tiempo, podría haberme perdido de cosas grandiosas que sí las atesoro muchísimo hasta el día de hoy. Se preguntarán: Bueno, ¿querías regresar atrás al final, o no? La respuesta es: sí.

Cuando uno se ve envuelto en una etapa, sobretodo si es antecedido y/o precedido por el sobrepaso (bajo el contexto de superación) de un obstáculo que requirió gran entrega por nuestra parte, la mente crea algo llamado expectativa. Algo efímero, quizás muy intenso, quizás mentiroso, quizás real. Realmente no le asocio a un concepto fijamente establecido porque depende del cómo asociamos nuestra inserción en esa etapa. Por mi parte al menos, escogería el “quizás muy intenso” junto con el “quizás mentiroso”. Tal vez, casi irónicamente, sea el mejor escogido, o el que más se acerca a la realidad. Imagínense cuan relevante puede llegar a ser esa expectativa si es algo que uno ha considerado por mucho tiempo, y cuan mayor aún, si, sumado a eso, llegara a ser anhelado por todo un círculo social que rodea a la persona. Es como una bola de nieve… parte siendo muy pequeña, pero a medida que va rodando por una pendiente se va haciendo cada vez más y más grande… hasta que llega un instante en que se acaba el camino y cae. Es entonces cuando al ser pesada, cae con mucha más fuerza y golpea mucho más fuerte.

Durante mucho tiempo, hablando de años, he ido construyendo esa bola de nieve… lentamente… yo diría que incluso, cuando menos lo imaginaba, pero haciendo uso de mi constancia y camuflándolo con un “esfuerzo” y “dedicación”. Parecía que todas las personas que pasaban cerca admiraban la obra que estaba construyendo e incluso la comparaban con otras bolas de nieve. Decían que la mía era mejor. A veces, olvidaba pulir alguna parte y dejaba de ser la mejor… pero bastaba hacerle un cambio mínimo para que volviera a serlo. En este instante me pregunto por qué semejante cosa podía ser mejor que los demás, cuando nunca lo fue.

Recuerdo las palabras de una profesora muy querida (no daré su nombre por respeto a otras profesoras a quienes estimo mucho también) y pienso que ella realmente fue la única que fue capaz de decirme que mi obra no era absolutamente nada. Tanto tiempo y tanto trabajo para nada. En el instante en que me lo dijo me sentí pésimo, incluso, casi caprichosamente por un segundo creí que sentía una cierta envidia hacia mí. Hoy me siento profundamente arrepentido por haber sentido eso, aunque fuera por un solo segundo, porque ella, con un profundo y sincero cariño hacia mí, estaba queriendo enviarme un mensaje implícito, un mensaje que me sirviera de enseñanza para lo que me esperaba en el futuro, un mensaje que recién estoy atesorando ahora… hoy… este año. Ese mensaje decía que, algún día, esa bola caería y se haría pedazos, porque habían otras mucho mejor elaboradas que la mía y resistirían mejor las imbatidas.

Hoy estoy viendo eso… a mi alrededor hay decenas y decenas de bolas mejor hechas y muchos se echan en el suelo nevado viendo como sus obras se vienen abajo… abatidos… cansados… tristes. Es como una lucha por la sobrevivencia donde, evidentemente, el más fuerte es el que gana. La pregunta es: ¿Por qué es el más fuerte? Porque no basta con crear la bola más grande. Debe ser resistente, debe ser pulida diariamente, debe ser testeada constantemente y debe recibir una dedicación tal como si se jugara su propia vida en ello. Ahora entiendo el mensaje…
…mi bola no es la mejor hecha, podré cometer uno… diez o cien errores al trabajar en ella, podré sacrificar muchas cosas para hacerla, pero nunca me cansaré de pulirla hasta que sea tan buena o mejor que las demás. Aunque tarde días… semanas… o meses. Nunca claudicaré. Nunca.
Share This

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Tienes un comentario o algo que decir sobre este post?

Distributed By Blogger Template | Designed By Blogger Templates