Mi inicio de clases en la universidad, segundo semestre de este año (y repetición académica del tercero, prácticamente), estuvo marcado por la aparición de tres problemas concretos. De esos problemas que son sobrellevables perfectamente pero que no evitan descomponerte la cara... vamos, que a uno le gustaría volver con el ánimo recompuesto 100% dispuesto a luchar, pero parece que no fue el día.
En un ratito más, después del sueño, ya por la mañana... a ir por ellos, no queda otra. Sólo espero que pueda solucionarlos lo antes posible dentro de esta semana porque sólo quiero focalizarme en mis compromisos con el estudio... no en papeleos y más trámites, ya tuve suficiente con eso la semana pasada.
Lo más raro es que siento, por primera vez, un lado B también con ella...
Y he aquí el comienzo de toda esta locura, la respuesta a mi primer mensaje que le envié:
23 de Abril de 2010 es la fecha, cómo pasa el tiempo... un pelín más de cuatro meses. Parece poco, de hecho para mí es poco, pero la he conocido a un ritmo impresionante. No sé si lo suficiente de acuerdo a nuestras condiciones actuales, pero sí la he conocido bastante.
Algo me sucede... algo. Veremos qué pasa en... ¿qué tal 4 meses más? Sería justo terminando 2010.
Días esperando a este momento, días con el estómago retorcido de rabia por lo que sucedió en Hockenheim, días recordando la misma cara de frustración que puse en esa maldita vuelta, días pensando en que todo lo que uno hace mal... lo paga con la misma moneda, días pensando en una revancha de Felipinho Massa y días que no pasaron en vano... la espera acabó, o al menos se sació en parte... no del todo.
Opciones para luchar por el mundial están prácticamente finiquitadas ahora, pero sí las hay para vencerlo en la tabla... limpiamente... con puntos más que el otro.
Un margen de 4 años... son las cinco palabras que me vinieron a la mente. De pronto, casi en un suspiro por un instante, me asusté.
No quiero terminar mal después de todo esto... hay algunos que dicen que mientras más alto crees que estás volando, al primer remezón, caes desde una mayor altura y el dolor es mayor.
¿Por qué siempre esta cuota de pesimismo? A veces debería relajarme un poco.
Tranquilidad, tranquilidad... no hay ningún compromiso de ningún tipo.
Me voy a dormir mejor, mañana hay carrera en Spa y necesito un poco de sueño, tal vez con eso se me pase.
La rivalidad entre Senna y Mario Sérgio de Carvalho, su mayor y más persistente rival en el karting brasilero, era tanta, y ambos estaban con tal frecuencia en la primera fila de la formación de salida, que el momento de autorizar una largada en movimiento, como todas en el karting, se volvía una pesadilla para los directores de prueba. Los karts eran empujados, pero tenían que estar alineados lado a lado, hasta el momento en que el director de prueba agitara la bandera. Ayrton y Mario, intentando predecir, uno en la frente del otro, el momento en que la bandera sería agitada, simplemente no conseguían estar lado a lado. Después de cuatro o cinco vueltas lentas, el director detenía todos los karts y advertía a ambos rivales (Senna y de Carvalho), amenazándolos con enviarlos a la última fila de la parrilla.
Era inútil. Empujando los karts, Ayrton y Mario volvían a vigilarse de reojo y simular falsas largas por cuatro o cinco vueltas más. Ese momento era cuando, por lo general, el director de prueba perdía la paciencia y los mandaba a las últimas posiciones de la parrilla de largada, detrás de 15 pilotos generalmente. Eso casi siempre sucedía. Y casi siempre uno de los dos acababa ganando la carrera, incluso largando de los últimos.
Fue en una de esas carreras donde Senna tuvo un terrible accidente, al final de la recta principal del kartódromo de Interlagos. En medio de la lucha para volver al liderato, tras la penalización, Ayrton despegó del circuito al tocar su kart con la trasera de un rival. Su kart salió volcando para un lado y su casco para el otro. Ayrton acabó tumbado en medio de la recta. Y quien le dio de cara fue Mario Sérgio, corriendo al límite, igualmente dispuesto a volver a ser cabeza después de la penalización en la largada. Sólo tuvo tiempo de hacerle el quite al rival tendido en el asfalto, entrando con dos ruedas en la grava.
El origen de aquel accidente fue un posible error en la ejecución de una técnica que tanto Ayrton como otros corredores de karting usaban para quitar a los adversarios del frente. Tchê, más de 25 años después, lo explica: “Él no los colisionaba. En realidad empujaba los coches afuera de la pista. Los empujaba siguiendo una técnica que le permitiera seguir en pista, al mismo tiempo en que sus rivales iban hacia la grava. Ella consistía en nunca poner el kart por detrás, para evitar salir despegado. La idea era ponerse por el costado, evitando tocar sus ruedas y empujar lateralmente el chasis del adversario”.
Mario Sérgio también usaba la técnica, pero creía que Ayrton abusaba un poco de ella: "Él tenía mucha dificultad al planear los adelantamientos”. La rigurosa economía de amabilidades entre Ayrton y Mario Sérgio no impidió que los dos consiguieran, juntos, una hazaña. En las Tres Horas de Interlagos, en el segundo semestre de 1976, corriendo en pareja y usando neumáticos nacionales, mucho más lentos, ellos superaron a astros de categorías superiores como Chico Serra, Valter Travaglini y otros que usaban neumáticos Goodyear importados. La diferencia de ventaja, en el final, fue de tres vueltas y, aun así, Senna y Mario Sérgio no se hablaron.
Los dos tenían en común la determinación y el profesionalismo. Ayrton estudiaba por la mañana y pasaba las tardes en el kartódromo. Mario Sérgio estudiaba en la tarde y, por eso, usaba las mañanas para entrenar. De lunes a viernes. Hiciera sol, hiciera lluvia. Los resultados aparecían en los fines de semana, cuando los dos estaban siempre disputando la punta al frente de 28-30 adversarios. Para Lito Cavalcanti, periodista especializado y corresponsal brasileño de la revista inglesa Autosport, la hazaña de Ayrton rebasaba el duelo con Mario Sérgio en la pista: "Ayrton era un demonio. Mataba al hijo del dueño del kart.”
El "dueño del kart" era Mario de Carvalho, padre de Mario Sérgio, fabricante y proveedor de piezas de los dos pilotos. Lito añadió: "Noticia, para nosotros, era que Ayrton Senna no ganara.” Mario Sérgio no discutió, pero registró una incorrección que venía siendo repetida por los que contaban la historia de la carrera de Senna en el kart: "Parece verdad, pero no lo es. Al contrario de lo que dicen muchos palmareses de Ayrton publicados en los medios, él no fue campeón paulista de kart en 1976. Senna fue vice-campeón. El campeón fui yo.”
Chico Serra, la gran estrella del kart brasileño en aquella época, reveló, casi tres décadas después, que tenía una rivalidad "extraña" con Senna. Un clima de aversión que sólo existía fuera de la pista, ya que los dos, salvo en competiciones amistosas o de extracampeonato, nunca se cruzaban. A causa de la edad, Chico, tres años más viejo que Ayrton, estaba siempre en la categoría de kart inmediatamente por encima de la de Senna. Aún así, los dos no se hablaban. Para Chico, el hecho de que Ayrton llegara muy rápido y llamara inmediatamente tanta atención hizo que el clima se tornara pesado: "Uno sabía quien necesitaba ser derrotado y el otro sabía quién era la amenaza.”
Sólo un muro separaba el kartódromo de Interlagos de la pista donde se disputaba el GP de Brasil de Formula 1 y las pruebas de los campeonatos brasileños de automovilismo. De acuerdo con Tchê, Ayrton ni se daba al trabajo de subir al muro para ver como era el autódromo. Pero un día, durante los entrenamientos para el GP de Brasil de 1979, él oyó un ruido tan fuerte, que trepó corriendo hacia el muro. Era el Ferrari de Gilles Villeneuve, entrando en la antigua recta “Retão” del circuito (ver trazado antiguo del autódromo de Interlagos). Formula 1, para Ayrton, en aquella época, como él diría en una entrevista a la revista Examen VIP, era "un sueño absolutamente intocable".
En el resto del año, a Ayrton le fue indiferente lo que se pasaba en el autódromo. Tchê tenía una hipótesis para explicar aquella desatención. Creía que Ayrton no se sentía tan seguro con los coches, pues vivía perdiendo rachas para un amigo de Santana, Antônio Portugués. Oficialmente, sin embargo, el comentario de Senna sobre el autódromo era el siguiente: “Ese negocio es muy torpe”.
Ayrton y Tchê, grandes amigos e inseparables en los tiempos del karting paulista.
Maurizio Sandro Sala comenzó a competir en karts seis meses antes que Ayrton, en 1973, en la categoría Junior. Había hecho el prestigioso curso en la escuela de pilotaje de Carol Figueiredo y la preparación de su motor en el taller del español Lucio Pascoal, o “Tchê”. Maurizio fue la sensación en el kartódromo de Interlagos, hasta que un día Tchê advirtió: “Tiene un niño muy bueno que está entrenando en la pista de Anhembi”.
Era Ayrton, quien venía de una seguidilla de victorias en la categoría Principiantes y Novatos, y estaba llegando a la categoría Junior. Lo que vimos con los dos pilotos, a partir de la primera carrera donde ambos estuvieron en la misma pista, sólo fue un enredo hasta la final de la temporada: colisiones, giros y salidas de pista en todas las ocasiones, sin excepciones, en que Ayrton y Maurizio disputaran posiciones. La razón de tantos problemas, Maurizio recuerda 30 años después, fue una: "Él era realmente más rápido. No me dejó pasar." Más tarde ese año, Maurizio cambió de categoría pasando a Piloto de Competición (PC). Ayrton permaneció en la categoría Junior. Ambos nunca más volvieron a enfrentarse en competiciones oficiales y fueron amigos por el resto de sus vidas. Maurizio y otros conocidos de Ayrton que no pudieron con él en la pista recordaban que, desde el primer momento, Senna dispuso de un equipamiento de calidad y un “compromiso más profesional” que, desde el punto de vista de Maurizio, se debió a la actitud de su padre (Milton): “El estilo Miltão era así: si lo vas a hacer, hazlo bien”. Hacerlo bien incluía, de acuerdo con la indicación hecha por el piloto Aloísio Andrade a Milton da Silva, destinar el kart de Ayrton a las manos de Tchê.
- Si quieres tener un buen motor, habla con el español de Mooca.
Dicho y hecho. El miércoles 26 de Junio de 1974, Milton y Ayrton, por aquel entonces de 14 años, se dirigieron hasta la oficina de Tchê, en Mooca, para pedirle que el motor del kart estuviese listo ya para la carrera de ese año, en Interlagos (kartódromo). Tchê sabía lo que había que hacer con el motor y el coste ascendía a 361 mil cruzeiros (aproximadamente USD 205 o 140 euros). La reacción de Milton, según lo afirmado por Tchê, fue la primera señal de una relación que nunca dejaría de ser frágil y difícil entre ellos.
- Es demasiado económico para que sea bueno. - Va a ser bueno. Y si el pequeño tiene un buen ritmo, vencerá.
El acuerdo se concretó. En pista, durante los entrenamientos, el “pequeño” tuvo la primera lección de aquel español que tenía, en común con su padre, una poca frecuencia en sonreír. Senna estaba atravesando a bordo de su kart por las curvas, creyendo brindar un espectáculo.
- Chico, ¿quién te enseñó a conducir así? - Lo aprendí solo, en la pista de Anhembi. - No es así. Trata de andar más ‘redondinho’ (no entender el significado de la palabra en contexto =___= lo siento).
El domingo, Tchê tuvo el orgullo de agitar la bandera a cuadros para la primera victoria oficial de Ayrton Senna da Silva. Esa foto de la bandera agitada se volvió una especie de marca prestigiosa en su oficina. Luego, en los primeros días de trabajo con el pequeño, Tchê vio algo que no había visto y que jamás volvería a ver en sus 30 años dedicados al karting. Ayrton salía a entrenar llevando, en su mano izquierda, un cronómetro. Un caso curioso de la doble función tanto de piloto como de jefe de equipo que cumplía. Senna no cronometraba la vuelta completa, él dividía el tramo del kartódromo de Interlagos en cuatro tramos y experimentaba haciendo diferentes frenadas, trayectorias, aceleraciones y reglajes que le dieran algunas décimas o centésimas de segundo. Para quien asistía a ver sus entrenamientos, se le veía lento ya que sólo corría al límite en uno de los cuatro tramos por cada vuelta que completaba.
Sólo en el momento en que se recolectaban todos los tiempos era cuando el kartódromo descubría que el kart número 42 era casi siempre el más veloz. Sin el cronómetro en la mano izquierda, bueno, él juntaba en una vuelta rápida todo lo que había aprendido por separado en cada uno de los cuatro tramos del circuito. Charles Marzanasco Filho, piloto en esa época y futuro asesor de prensa de Ayrton en la Formula 1, recordó el resultado plasmado: Foto – Junio 1974. La primera victoria de Ayrton Senna en la categoría Junior, Interlagos. Quien agita la bandera es Lúcio Pascoal, o “Tchê”, el preparador que acompañó a Ayrton hasta su llegada al automovilismo. “El tenía un modo muy especial de frenar. Inclinaba el kart de lado y parecía que el motor se iba a apagar. Se deslizaba por toda la curva hasta la salida, cuando el motor volvía a funcionar ahora con las ruedas en una posición perfecta de adherencia para retomar la acelerada. Ayrton era mucho, mucho más rápido que los otros”. Un piloto en particular, quiso entrar a la prueba en pista.
Es difícil, realmente difícil para mí... en este momento... dejar de pensar en ella. Sus fotos, su voz, sus correos, sus mensajes... pensamientos, simples pensamientos, aunque cuando lo combinas con la fantasía y la imaginación, puedes recrear situaciones increíbles. Tan increíbles que te pueden cambiar el rostro mágicamente para después pensar en que, lamentablemente, sólo se quedan en eso... en pensamientos.
Gran pregunta gran: ¿es una obsesión más de las tantas que he tenido, como la que tuve hace pocos meses atrás o realmente ella está provocando eso que no vengo sintiendo desde hace 3 años?
Sólo el tiempo lo dirá... por ahora lo único que puedo hacer es seguir conociéndola.
Mañana es un día crucial, mañana decidiré mi situación final con la inscripción de ramos en la universidad. Espero tener éxito... ojala... la necesito ahora más que nunca.
Antes de cumplir los 12 años, cuando frecuentaba ir a una piscina del club Macabi, Ayrton acostumbraba a jugar en el agua con una pequeña de ojos claros que tenía su edad. Ella era hija de Grizelda, una amiga de Doña Neyde, casada con el psicoterapeuta Fábio de Vasconcellos. La pequeña era la bella Lilian de Vasconcellos, quien, años después, seria su novia y la única mujer con la que estaría casado. Más de 30 años después, ella reconoció, el patrón ético y moral de los Senna da Silva, la misma herencia que había en casa. El “lado malo” de esas dos familias, según Lilian, era “la falta de permiso para cometer errores”. Una situación que, para ella, muchas veces impidió que Ayrton aprovechase las buenas cosas de la vida.
- “Ayrton era muy exigente consigo mismo. Él perdió algunas cosas, así como yo también, por el exceso de la obligación de ser. El hecho de que su padre se haya hecho rico de la nada, por ejemplo, hizo que él deseara recorrer un camino propio, sin nada de Milton”.
Para Lilian, el perfil de comportamiento de la familia de Ayrton combinaba bastante con un estilo de bajo perfil, hogareño y conservador, propio de las familias adineradas que poseían casas en aquella región de Sâo Paulo. Y había también, para ella, una gran ventaja en esa forma de ser: "La formación fue moralmente rígida y tenía un lado muy bueno: principios, respeto a las personas y a los compromisos de todo tipo. Fue en ese ambiente familiar donde nació la determinación con la que Ayrton persiguió sus metas."
Es natural, por lo tanto, que Ayrton fuese matriculado por sus padres en el austero Colegio Santana, el mejor y más tradicional del sector. En entrevistas futuras, Ayrton reconoció que su rendimiento escolar disminuyó, ya que su participación en el mundo del kart se hizo más intensa. Aun así, la ex-profesora María do Carmo, más de 30 años después, lo recordaba como un alumno educado, cuyas notas no desentonaban con el promedio de la clase. Y que muchas veces llegaba atrasado del recreo, todo rojo y sudando. Corriendo.
El viejo reto de canalizar las energías continuó en la escuela. Y en el caso de las clases de judo, le salió el tiro por la culata en los patios del Colegio Santana. En febrero de 1989, en una entrevista a la revista Exame VIP, Ayrton contó: “Como todos los Aries, soy un tanto difícil y alocado. En la escuela, era peleador, contaba además con la ventaja de saber judo. Mi madre me puso en la escuela de judo porque necesitaba quemar energías, para estar más tranquilo. Me volví cada vez más peleador. Acabé golpeando muchos chicos en la escuela para apenas entrenar un poco.”
A los nueve años, Ayrton obtuvo un kart de verdad. El nuevo juguete era un verdadero cohete que pesaba menos de 50 Kg., tenía un volante igual al de los coches de Formula 1, frenos de disco hidráulicos y era impulsado por un motor con cerca de 100 cc. Llegaba a superar los 100 km/h, en circuitos que tenían como protección algunos metros de césped y pilas de neumáticos viejos. “Matarán al muchacho.”
Milton recordaba, en declaraciones al periodista Lemyr Martins, que se llevó un gran susto tras la primera carrera en que su hijo se enfrentó a los pilotos oficiales de la categoría. Al defender el liderato, en una prueba amistosa en Campinas, Ayrton y su nuevo kart desaparecieron en una nube de polvo, después de un accidente.
Ya antes de la carrera, Milton, asustado con el ambiente cargado de competitividad, con casi todos los pilotos mayores que su hijo, y con el zumbido impresionante de aquellos pequeños bólidos, se estremeció con el resultado del sorteo del orden en la parrilla de salida. Con mucha suerte, a los nueve años de edad, Senna conquistó la primera pole-position de su carrera. Aterrado, Milton optó por una radical solución: “Hice todo para que no entrara a la pista. Retiré su inscripción y guardé el kart. Pero su insistencia fue tan grande, que accedí a que corriera, pero con una condición: que no largara en la pole-position y sólo en el último puesto. También perdí esa parte del acuerdo.”
Ayrton no sólo aprovechó la pole-position, sino también mantuvo el liderazgo de la carrera por 35 vueltas, resistiendo la presión de los pilotos veteranos que le seguían. Faltando cinco vueltas para el final: el accidente. Milton corrió al lugar pensando lo peor: “Llegué a la curva, él ya estaba de pie, sacudiéndose la polera y mirando de mala gana al chico que lo sacó de la pista.”
El juego en las subdivisiones de terreno había acabado. Pero el gusto del pequeño había aumentado.
Creo que dentro de toda la hecatombe académica que tuve en la universidad, no podría ser todo tan mal... no lo suficiente como para querer tirarme de un puente por lo menos. No, para nada, porque hubo algo que me alegró la existencia dentro de todo lo malo... o tal vez... alguien.
No hay mejor forma de "ganar puntos" que alegrándole la vida a alguien especial después de haber tenido un para-nada-buen día. Vamos hombre, ganar puntos en el buen sentido... en un intento de acercarme lo más posible a ella, pese a que físicamente son varios los kilómetros que nos separan el uno del otro.
Lo mejor de todo esto, es que hizo una excepción por mí =P
Así, seguimos con las grabaciones... ojala que por mucho tiempo más, asumiendo también que estoy aceptando jugar a este juego, un juego peligroso si no se sabe jugar... un juego que puede dar muchos giros... un juego como conocer.
Entre todo esto, hablando de juegos, me ha venido un tema del un viejo grupo de rock chileno "Los Prisioneros" (conocida por ser, allá por fines de los '80 y comienzos de los '90 por ser abiertamente anti-pinochetista y anti-dictadura militar) llamado: "Estrechez de corazón". ¿Razones? Ninguna relacionado con lo que he escrito anteriormente, pero... tal vez... en un cierto grado... podría llegar a serlo, quién sabe. Yo al menos no.
En los primeros años de vida, Ayrton no dio la menor señal de que podría convertirse en un prodigio de precisión y concentración que asombraría al mundo del automovilismo. Doña Neyde y su hermana mayor, Viviane, fueron testigos a diario de su inquieto comportamiento y de su preocupante promedio de caídas, tropiezos y golpes en su cabeza, algunos de ellos suficientemente grandes como para dejar grandes marcas en su cuerpo y moretones en su cabeza.
Ser zurdo, en aquella época en Brasil, era motivo de preocupación incluso para los profesores. Doña Neyde llegó a agradecer la curiosa oferta de una maestra de Ayrton: ella se ofreció para obligar a Senna a dejar la mano izquierda por la derecha al momento de escribir. La preocupación de Doña Neyde con que en el futuro su hijo se llenaría de hiperactividad la llevó a buscar hasta un neurólogo.
El resultado del examen fue tranquilizador. Ayrton no tenía nada malo. En realidad, era descuidado, según su madre, por ser muy rápido en todo lo que hacía. Era voraz a la hora de experimentar, veloz a la hora de aprender. Lo único que faltaba era descubrir un poco más de precisión en la ocupación de los espacios físicos. Y fue sólo cuestión de tiempo para que el problema desapareciera, llevándose consigo el estilo y la fama de “inquieto”. El neurólogo no sólo hizo un diagnóstico. Sintió un fenómeno.
En 1964, Milton da Silva, cada vez más exitoso en los negocios, llevó a su familia a la región más alta y noble del barrio de Santana, un área donde, gracias a la pendiente geográfica, los residentes tienen una de las más bellas panorámicas de la ciudad. La nueva casa, localizada en la esquina de las calles Pero Leme y Condessa Siciliano, tenía dos pisos, jardín y garaje. Era la calle más bella y confortable.
Los padres de Senna eran admirados por ser personas humildes, a pesar de su riqueza creciente y notoria. Robinson Gaeta, un residente de la calle y amigo de Ayrton, cuando ambos tenían entre 4 y 7 años, era un admirador de la familia Senna. El padre de Robinson, Martino, no ocultó también la admiración que tenía por la belleza de la señora Neyde. Y dijo que la abuela de Ayrton era conocida en los alrededores por las mismas razones.
Dentro de casa, la preocupación de Senna era la destrucción del planeta por los "incas venusianos" y, posteriormente, por los seres tenebrosos, villanos submarinos que emergían del fondo del mar y causaban terremotos, siempre en Japón. Todos los cuales, tras 39 episodios, fueron derrotados por National Kid, héroe de la televisión para Senna y los chicos de su generación. Algunos años más tarde, Ayrton se convirtió en un fanático entusiasta de la serie de dibujos animados “Speed Racer”, un joven piloto de la competencia, siempre dispuesto a luchar por sus amigos, por la justicia y para ser el mejor piloto del mundo, a bordo de un Mach 5. Un coche construido por su padre.
En la calle, Senna era el pequeño que tenía siempre los juguetes más hermosos y caros, por lo menos así lo recuerda Virginia Bertinni, una vecina de Ayrton tres años mayor que él. Muy tímido, a Ayrton le gustaba prestar todo lo que llevaba a la calle: “Él era adorable. Tan agradable que algunos se aprovecharon y trataron de dejarlo ver como un tonto. Todo lo que le pedían que hiciera, él lo hacía. Le pedían prestado todo. Él siempre prestaba y se quedaba sentado en la acera, mirando.”
Cuando el pequeño entró al kart por primera vez, la ternura que inspiraba dio paso a la incredulidad. Sería así por 30 años. João Alberto, un vecino seis años mayor que Senna, amigo de su hermana Viviane, estaba entre las personas que presenciaron la primera vez que Ayrton se estaba ajustando en el banco anatómico del kart fabricado por su padre y corrió: “Fue escalofriante. Él tenía unos cuatro años y todo el mundo lo veía andar en el kart. Ya en la primera vuelta en la calle de tierra, nos quedamos impresionados con la noción que él ya tenía.”
Al poco tiempo, los sábados, domingos y festivos, Milton empezó a llevar a Ayrton, sus amigos y al kart a lugares más amplios y cerrados, para que se divirtieran con más seguridad. Podía ser en una subdivisión cercana a la carretera Fernão Dias, en las afueras de Sâo Paulo para el sur de Minas, o en las zonas de construcción de Marginal do Tietê.
El lugar favorito durante años, fue otra subdivisión, ubicado en la parte alta del barrio, en Palmas do Tremembé, futuro barrio de mansiones, aún baldío en aquella época. João Alberto fue uno de los primeros adversarios de Senna al volante: “No se podía. Yo tenía unos doce años y no corría como él, que tenía solamente seis.”
Al principio, Milton acompañó a los niños en el espectáculo de karts con precaución. Siempre había un adulto cerca, ya sea él o Pedro, el conductor de la familia. Después, poco a poco Ayrton fue ganando autonomía. A los siete años, ya iba por cuenta propia hasta el taller mecánico de Martino Gaeta, padre de su amigo Robinson, para proveerse de un lubricante que se utiliza en las ruedas del kart, y acababa quedándose: “Puso su lubricante en el kart y se quedaba por allá. Adoraba observar los coches y el trabajo en el taller.”
En 1968, durante un fin de semana en la ciudad de Itanhaém, litoral de Sâo Paulo, la familia de Ayrton se llevó un susto que después se convirtió en una anécdota que sacó carcajadas. Senna, de apenas ocho años, fue llevado a la casa de playa de la familia por el delegado de la ciudad, quien lo sorprendió conduciendo solo la camioneta veraniega de su padre Milton. Ayrton era tan pequeño, que el delegado pensó que el vehículo estaba sin conductor.
A los diez años, Ayrton tuvo una especie de aventura secreta. Unos vecinos de la familia ubicados al final de la calle Condessa Siciliano, Norberto Vieira Lima, en aquel entonces de 18 años, y su hermana menor, Vera, salían con él en un coche, un Puma, y sin que Milton ni Neyde se enterasen, entregaban el volante a él. Ayrton, según Vera, apenas lograba alcanzar los pedales. “Pusimos un cojín para que conduciera el coche. Y le encantó. No sucedió nada porque él siempre fue muy prudente. Ayrton fue muy audaz, sí, pero muy responsable, sabía lo que estaba haciendo.”
Biografía amateur de Ayrton Senna basado en "Ayrton, o herói revelado" (inglés) Parte 1 - Hecho por Eneida Queiroz(Brasil)
Treinta años después de aquellas escapadas para saciar el hambre intenso y precoz de conducir, Senna fue divisado por Vera en una calle del barrio de Morumbi, después de vencer el GP de Japón de 1993. Vera estaba con su hijo Renato, de 12 años, y se aproximó al Mercedes donde estaba Senna. La sorpresa y satisfacción fueron tan grandes, que Ayrton insistió en que ella entrara a su automóvil junto con el pequeño, para retribuir las vueltas en el coche a escondidas en las calles de Santana. Vera entró y Senna puso a su hijo al volante del Mercedes. Dieron una vuelta para recordar aquellos tiempos del Puma.
Milton Guirado Theodoro da Silva siempre fue el primero en decir que jamás planeó o soñó que su hijo se convertiría en un piloto de carreras, aun cuando construyó para él, en seis meses, un kart equipado con frenos a disco y un motor extraído de una picadora de caña que le permitía alcanzar una velocidad de hasta 60 kilómetros por hora.
Al comienzo, era incluso un juego más para su hijo inquieto y agitado, facilitado por el hecho de que Milton era dueño de una fábrica metalúrgica. Un hombre de origen humilde, hijo de un conductor de Horto Florestal (Sâo Paulo), Milton empezó a construir su fortuna personal en el negocio de compra-venta de automóviles, negociando con las tiendas ubicadas en los alrededores del complejo penitenciario de Carandiru, en el barrio de Santana, zona norte de Sâo Paulo.
Hábil y riguroso en el trato con el dinero, Milton no dejó pasar mucho tiempo antes de acumular un capital que le ha permitido no sólo la financiación de los dueños comerciantes, como ampliar el negocio y construir una metalúrgica Universal, que lo transformó en un próspero proveedor de la naciente industria automovilística brasileña. Milton también entró en el rubro de la construcción civil y, años más tarde, se convirtió en el propietario de decenas de haciendas y de millares de cabezas de ganado en la región Centro-Oeste y en Bahía.
“Miltão”, como siempre ha sido tratado por amigos y familiares, incluyendo a su mujer, Doña Neyde, gustaba de los coches y de las carreras. Sin embargo, por mucho que él desease, se puede decir que nunca se le pasó por la cabeza que Ayrton se convertiría en un piloto de competición.
Dentro de Sudamérica, el automovilismo brasileño era una fuerza. Las pocas carreras, en aquel inicio de los años 60, eran muy peligrosas y a veces fatales, tanto para los pilotos como para los espectadores, especialmente cuando se corría en circuitos urbanos, como los de Piracicaba, Petrópolis y Río de Janeiro.
Un retrato de la época: en un fin de semana de octubre de 1964, en el circuito de Barra da Tijuca, se produjo un episodio que muchos en deporte consideran un acontecimiento único en el automovilismo mundial: un mismo coche, un Alfa Giulia, mató a dos personas, en la misma carrera, en dos momentos diferentes, con dos pilotos distintos al volante. En el primer accidente, el piloto Mario Oliveti arrolló a dos guardias de la policía militar, uno de los cuales murió días después. Posteriormente, Carlos Augusto Lamego se hizo cargo de la misma Alfa Giulia para terminar la carrera, aunque no estaba inscrito en la prueba. Patinó, perdió el control de su coche y se dirigió en dirección hacia los espectadores. Una joven murió instantáneamente.
El kart iba a ser, por lo tanto, un juguete. Una alternativa a las bicicletas y los carritos de rodamiento (similar al kart, sin motor, se usa frecuentemente en bajadas) de aquel niño que nació mediante parto normal a inicios de la madrugada del 21 de marzo de 1960, en la maternidad tradicional Pró Matre, en Bela Vista, zona central de Sâo Paulo.
La casa en donde Ayrton pasó los primeros cuatro años de su vida perteneció a João Senna, padre de Doña Neyde, y estaba ubicada en la esquina de la Av. Aviador Gil Gilherme con la Av. Santos Dumont, a menos de 100 metros del Campo de Marte, una gran superficie donde funcionaban el Parque de Material de Aeronáutica y un aeropuerto.
Era la 1:27 de la tarde (horario local italiano) del 1ro de Mayo de 1994, cuando Ayrton apareció desde el fondo del box de Williams, su mono amarrado a la cintura, puntualmente para entrar en el coche y salir a enfilarse para la formación de largada. Como lo hacía en todas las carreras, el camarógrafo Armand Deus, de Rede Globo Brazil, presionó el botón de su cámara Sony Betacam y empezó a capturar imágenes. Un procedimiento de rutina. No era una transmisión en vivo. Las imágenes capturadas serían utilizadas para realizar un reportaje sobre la carrera que el corresponsal Roberto Cabrini editaría al final del día, a tiempo para ser enviadas a Rio de Janeiro y exhibidas en el programa “Fantástico”.
No era un día de sonrisas para nadie en el circuito de Imola. Mucho menos para Ayrton, quien por años ha sorprendido a mecánicos, ingenieros, periodistas y novias con su capacidad de concentración en los instantes previos al inicio de la carrera, haciendo que todo a su alrededor se vuelva estrictamente invisible e inaudible. Sus ojos, en esos momentos, parecían estar en otra dimensión. Su seriedad formó una pared de la que pocos se atrevían a acercarse, sin importar si era un pariente familiar o una relación contractual.
Para algunos, en aquellos momentos Ayrton anticipaba curvas y movimientos de otros pilotos. Para otros, rezaba. Otros aún creían que esa era una travesía sensorial para un mundo lleno de furia que sólo cabía y existía en el cockpit. Una travesía sin vuelta hasta que su carrera terminara.
La cámara de Armand Deus sigue grabando cuando Ayrton se aproximó a la parte trasera de su Williams FW-16 y puso sus manos sobre el alerón. Tuvo una fugaz conversación con el ingeniero David Brown sobre la suspensión trasera del coche. Después, sus ojos comenzaron a alternar entre la nada y el Williams, que aún estaba sin ruedas y suspendido entre los caballetes, recibiendo los últimos ajustes de los mecánicos.
Era más que una habitual concentración. Había una preocupación contenida y también una tristeza solemne e impotente. Estaba ausente en su semblante, como a inicios de aquel año, esa intensidad y esa mirada depredadora de los tiempos de Lotus y McLaren. Ni siquiera el rápido comentario de Patrick Head, director técnico del equipo Rothmans Williams Renault, parece disminuir la distancia que Ayrton mantenía con todo lo que lo rodeaba.
Algún pensamiento finalmente lo rescató de aquella extraña divagación para el ritual del cockpit: pasamontañas, casco, mono cerrado hasta el cuello en una disciplinada espera, de pie, con las manos cruzadas sobre la cintura, aguardando la orden de entrar en el coche y ajustar el cinturón de seguridad.
Las imágenes grabadas por Armand Deus en el box de Williams y, minutos después, las que fueron capturadas en la formación de salida, cuando Ayrton cambió la rutina y se quitó el casco, se hicieron históricas. Provocaron el sufrido ejercicio al cual millones de personas, especialmente los brasileños, se someterían a hacer durante los días siguientes: ¿qué estaba por detrás de aquellas últimas miradas, gestos y silencios? Habían muchas posibles respuestas, solas o combinadas. Dentro y fuera de la pista.
Schumacher estaba allí, casi a su lado, más que nunca dispuesto a destronarlo. Roland Ratzemberger murió después de una colisión a cientos de metros más adelante, el día anterior, y esto lo hizo, por al menos durante algunas horas, desistir de correr. Rubens Barrichello, a quien Ayrton venía tratando como si fuese un hermano menor en las pistas, sobrevivió a un terrorífico accidente el viernes.
Aquel Williams que él llamaba el “asiento eléctrico”, un coche arisco y difícil de manejar, estaba desgastando los neumáticos con una preocupante rapidez. Y, en la noche anterior, Ayrton había oído una grabación. Una conversación entre Adriane Galisteu (novia por aquel entonces) y un ex-novio. El letrero anunciando “1 minuto” fue mostrado. Veinticinco motores de Formula 1 comenzaron a rugir.
Ayrton, a la hora de correr, acostumbraba a dejar de lado todas las preocupaciones. Por nada del mundo mezclaba las emociones en el cockpit. En unos segundos más, él se entregaría de nuevo a la aventura que había comenzado a los cuatro años de edad: el sonido de un motor de picadora de caña con tres caballos de fuerza.
A CONTINUACIÓN ► Capítulo 1: Palmas do Tremembé - Introducción
Quiero terminar esto de una buena vez... mañana este lugar me espera, ojala salga de allí con un peso menos de encima.
Sin expectativas de cara al viernes, ya doy por iniciadas mis inmerecidas vacaciones. Espero poder sentar cabeza durante el resto de Agosto, respirar profundo, mirar hacia adelante y empezar con todo el segundo semestre... no bajaré los brazos, no ahora.
Muy pronto estrenaré en mi blog un aporte que, bajo mi punto de vista, resulta muy interesante y muy importante... interesante porque en primer lugar, se trata de un libro... más exactamente de una biografía. En segundo lugar, por la persona (o personaje) que está retratada en ella. En tercer lugar, porque me ha resultado demasiado complicado encontrar una traducción del libro completo en internet y en español (el archivo original donde quiera que busquen y/o googleen, yahooeen, msneen, altavisteen, etc. está en portugués). Finalmente y en cuarto lugar, es importante porque es hecho por mí (me refiero a la traducción, claro está, los verdaderos créditos son al autor del libro a quien felicito enormemente por semejante trabajo).
El libro no es nada más ni nada menos que: "Ayrton, o herói revelado" ("Ayrton, el héroe revelado") de Ernesto Rodrigues. Una biografía inédita, muy por lejos de todo... pero TODO lo que he leído hasta este preciso momento de mi vida sobre el tricampeón mundial de Formula 1 brasileño: Ayrton Senna da Silva, ya sea en internet, en la TV o en libros... mi mentor, mi ejemplo a seguir. Realmente es una biografía que vale la pena con creces leer si es que son unos inflaqueables seguidores del astro paulista del mundo motor. Muchas historias fuera de cámara, amoríos, conflictos, facetas y novedades sobre la vida íntima y personalidad de Ayrton se muestran en esta espectacular compilación de Rodrigues.
Aclaro de antemano que iré subiendo de a poco capítulos de esta biografía, que a su vez se sub-dividen en subcapítulos, debido a que el libro es LARGUÍSIMO... de hecho aún estoy traduciendo páginas y pareciera que el avance no es notorio, pero haré todo lo que esté a mi alcance. También quiero acotar que se trata de una traducción amateur hecha por mí, por lo que perfectamente puede estar susceptible a errores o malinterpretaciones, que agradecería, en caso de que existieran, me las comuniquen detalladamente y debidamente. Se trata de un trabajo que he querido compartir con ustedes por diversión y les pediría un poco de comprensión, he hecho todo lo que está a mi alcance para que la traducción sea lo más correcta posible y de fácil lectura para los visitantes de habla hispana y fans de Ayrton de este blog.
Como dato, hablando un poco sobre la investigación del periodista brasileño, para elaborar la biografía Ernesto Rodrígues tardó dos años y entrevistó a 213 personas en Brasil, Argentina, Inglaterra, Italia, Francia, Portugal y Japón, como informó en su momento (remontándonos a 2004, año en que salió al mercado el libro) el semanario carioca Veja.
Prontamente subiré el prólogo de este libro, que actúa como una suerte de flashback volviendo a aquella fatídica tarde del 1ro de Mayo de 1994, titulado: "Los enigmas de Imola".
No he dejado de escuchar esa grabación una y otra vez... es mágico, tendrá algún poder especial, fue hecho a propósito... no lo sé... tal vez no tenga nada, de hecho, es una simple grabación... pero el hecho que yo se la haya asignado me indica que ya ha adquirido una importancia especial para mí.
Su voz, su cercanía, su encanto... lo siento... no puedo evitarlo. Definitivamente será mi tesoro más preciado... y ojala no sea el único.
Éste ha sido uno de los mejores mails que he recibido en este año, candidateándose automáticamente a ser el mejor:
He decidido conocerte... hasta las últimas consecuencias.
Una curiosa escena la acontecida en el tramo final del GP de Hungría de F1: Rubens Barrichello, a bordo de su Williams-Cosworth FW32 luchando en un mano-a-mano con el Mercedes MGP-01 del heptacampeón mundial Michael Schumacher (de casco naranja).
Cierto es que Schumacher ha ganado todo lo que ha podido ganar: carreras, títulos por doquier, poles, vueltas rápidas, vueltas récord y un sin fin de laureles, insertos en polémicas o no, merecidos o facilitados, en fin... este año definitivamente no ha sido su año, y cuando suponía por un pequeño instante que su desfavorable condición como competidor de cara al campeonato de F1 le iba a hacer "más limpio" en pista (grueso error), me doy cuenta que nunca ha podido traicionar a su esencia.
Ayrton ha dicho una frase que no puede ser más cierta: "Todos los años hay un campeón, pero no siempre hay un gran campeón", frase que implícitamente descifra la enorme brecha que puede haber aun entre los máximos galardonados de esta hermosa competencia. Toda la razón, hay algunos que amparados por una prestigiosa escudería se han aprovechado bien de que contaron siempre con un eterno escudero a su lado, que han sabido tomar ventaja de conducir un coche sancionado muy levemente por la FIA debido a cuestionamientos en la legalidad de sus piezas, que han querido simular paradas falsas en clasificación, que han chocado a propósito a sus rivales y... ¿por qué no? También han querido LLEVAR POR EL MURO A SUS CONTRINCANTES.
Ayrton no lo pudo haber dicho de mejor forma.
El que Schumacher tenga 7 títulos mundiales no lo hace el mejor piloto de la F1, sólo lo hace ser el más laureado.
Ahh! No se olviden de anotar a la lista: Adelaide 1994, Jerez 1997, Monaco 2006 y Hungría 2010.