
Ser zurdo, en aquella época en Brasil, era motivo de preocupación incluso para los profesores. Doña Neyde llegó a agradecer la curiosa oferta de una maestra de Ayrton: ella se ofreció para obligar a Senna a dejar la mano izquierda por la derecha al momento de escribir. La preocupación de Doña Neyde con que en el futuro su hijo se llenaría de hiperactividad la llevó a buscar hasta un neurólogo.
El resultado del examen fue tranquilizador. Ayrton no tenía nada malo. En realidad, era descuidado, según su madre, por ser muy rápido en todo lo que hacía. Era voraz a la hora de experimentar, veloz a la hora de aprender. Lo único que faltaba era descubrir un poco más de precisión en la ocupación de los espacios físicos. Y fue sólo cuestión de tiempo para que el problema desapareciera, llevándose consigo el estilo y la fama de “inquieto”. El neurólogo no sólo hizo un diagnóstico. Sintió un fenómeno.
En 1964, Milton da Silva, cada vez más exitoso en los negocios, llevó a su familia a la región más alta y noble del barrio de Santana, un área donde, gracias a la pendiente geográfica, los residentes tienen una de las más bellas panorámicas de la ciudad. La nueva casa, localizada en la esquina de las calles Pero Leme y Condessa Siciliano, tenía dos pisos, jardín y garaje. Era la calle más bella y confortable.
Los padres de Senna eran admirados por ser personas humildes, a pesar de su riqueza creciente y notoria. Robinson Gaeta, un residente de la calle y amigo de Ayrton, cuando ambos tenían entre 4 y 7 años, era un admirador de la familia Senna. El padre de Robinson, Martino, no ocultó también la admiración que tenía por la belleza de la señora Neyde. Y dijo que la abuela de Ayrton era conocida en los alrededores por las mismas razones.
Dentro de casa, la preocupación de Senna era la destrucción del planeta por los "incas venusianos" y, posteriormente, por los seres tenebrosos, villanos submarinos que emergían del fondo del mar y causaban terremotos, siempre en Japón. Todos los cuales, tras 39 episodios, fueron derrotados por National Kid, héroe de la televisión para Senna y los chicos de su generación. Algunos años más tarde, Ayrton se convirtió en un fanático entusiasta de la serie de dibujos animados “Speed Racer”, un joven piloto de la competencia, siempre dispuesto a luchar por sus amigos, por la justicia y para ser el mejor piloto del mundo, a bordo de un Mach 5. Un coche construido por su padre.
En la calle, Senna era el pequeño que tenía siempre los juguetes más hermosos y caros, por lo menos así lo recuerda Virginia Bertinni, una vecina de Ayrton tres años mayor que él. Muy tímido, a Ayrton le gustaba prestar todo lo que llevaba a la calle: “Él era adorable. Tan agradable que algunos se aprovecharon y trataron de dejarlo ver como un tonto. Todo lo que le pedían que hiciera, él lo hacía. Le pedían prestado todo. Él siempre prestaba y se quedaba sentado en la acera, mirando.”
Cuando el pequeño entró al kart por primera vez, la ternura que inspiraba dio paso a la incredulidad. Sería así por 30 años. João Alberto, un vecino seis años mayor que Senna, amigo de su hermana Viviane, estaba entre las personas que presenciaron la primera vez que Ayrton se estaba ajustando en el banco anatómico del kart fabricado por su padre y corrió: “Fue escalofriante. Él tenía unos cuatro años y todo el mundo lo veía andar en el kart. Ya en la primera vuelta en la calle de tierra, nos quedamos impresionados con la noción que él ya tenía.”
Al poco tiempo, los sábados, domingos y festivos, Milton empezó a llevar a Ayrton, sus amigos y al kart a lugares más amplios y cerrados, para que se divirtieran con más seguridad. Podía ser en una subdivisión cercana a la carretera Fernão Dias, en las afueras de Sâo Paulo para el sur de Minas, o en las zonas de construcción de Marginal do Tietê.
El lugar favorito durante años, fue otra subdivisión, ubicado en la parte alta del barrio, en Palmas do Tremembé, futuro barrio de mansiones, aún baldío en aquella época. João Alberto fue uno de los primeros adversarios de Senna al volante: “No se podía. Yo tenía unos doce años y no corría como él, que tenía solamente seis.”
Al principio, Milton acompañó a los niños en el espectáculo de karts con precaución. Siempre había un adulto cerca, ya sea él o Pedro, el conductor de la familia. Después, poco a poco Ayrton fue ganando autonomía. A los siete años, ya iba por cuenta propia hasta el taller mecánico de Martino Gaeta, padre de su amigo Robinson, para proveerse de un lubricante que se utiliza en las ruedas del kart, y acababa quedándose: “Puso su lubricante en el kart y se quedaba por allá. Adoraba observar los coches y el trabajo en el taller.”
En 1968, durante un fin de semana en la ciudad de Itanhaém, litoral de Sâo Paulo, la familia de Ayrton se llevó un susto que después se convirtió en una anécdota que sacó carcajadas. Senna, de apenas ocho años, fue llevado a la casa de playa de la familia por el delegado de la ciudad, quien lo sorprendió conduciendo solo la camioneta veraniega de su padre Milton. Ayrton era tan pequeño, que el delegado pensó que el vehículo estaba sin conductor.
A los diez años, Ayrton tuvo una especie de aventura secreta. Unos vecinos de la familia ubicados al final de la calle Condessa Siciliano, Norberto Vieira Lima, en aquel entonces de 18 años, y su hermana menor, Vera, salían con él en un coche, un Puma, y sin que Milton ni Neyde se enterasen, entregaban el volante a él. Ayrton, según Vera, apenas lograba alcanzar los pedales. “Pusimos un cojín para que conduciera el coche. Y le encantó. No sucedió nada porque él siempre fue muy prudente. Ayrton fue muy audaz, sí, pero muy responsable, sabía lo que estaba haciendo.”
Biografía amateur de Ayrton Senna basado en "Ayrton, o herói revelado" (inglés)
Parte 1 - Hecho por Eneida Queiroz (Brasil)
Parte 1 - Hecho por Eneida Queiroz (Brasil)
Treinta años después de aquellas escapadas para saciar el hambre intenso y precoz de conducir, Senna fue divisado por Vera en una calle del barrio de Morumbi, después de vencer el GP de Japón de 1993. Vera estaba con su hijo Renato, de 12 años, y se aproximó al Mercedes donde estaba Senna. La sorpresa y satisfacción fueron tan grandes, que Ayrton insistió en que ella entrara a su automóvil junto con el pequeño, para retribuir las vueltas en el coche a escondidas en las calles de Santana. Vera entró y Senna puso a su hijo al volante del Mercedes. Dieron una vuelta para recordar aquellos tiempos del Puma.
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